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viernes, 19 de abril de 2013cermi.es semanal Nº 75

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Los raros

Mayfield o la lucha por los derechos civiles a ritmo de soul

Por Esther Peñas

16/04/2013

Cuando uno escucha cualquiera sus temas, reconoce de inmediato la destreza propia de quien lleva el ritmo arrumbado. ‘El profeta del soul’, lo llamaban. Y no era para menos. En efecto, escogió ese género musical para canalizar su firme compromiso con los derechos civiles de los afroamericanos. A veces se nos olvida que hubo un tiempo, aún próximo (si se vuelve la cabeza quizás se le atisbe en el contorno) en el que los derechos de determinados grupos sociales dependían de la veleidad de sus gobernantes.

Canciones que, más que protestas musicales, resultaban melodías compuestas con el primor del orfebre, tan sencillas y directas, tan delicadas. Quejas alumbradas en un clamor transformador. Hondura de creencias, claridad sentimental, elegancia en la ejecución. Así son sus canciones. Tanto las que compuso para su primera -y única- formación ‘The Impressions’ como las que marcaron su carrera en solitario. Se recomienda con devoto fervor  ‘Curtis/Live’ (1971), ‘Superfly’ (1972) y ‘’There’s no place like America today’’ (1975).

Lo suyo no eran las consignas, los mensajes apocalípticos, el rencor sino que, con la potestad que confiera la razón histórica, asume el cambio de era. Y lo hace meciendo ritmos nuevos. Y lo hace a paso de funk, estilo con el que ya había experimentado James Brown. Pero con una marca de la casa inmejorable. Y lo hace entronizando un modo nuevo de hacer música, sin estridencias, sin golpes de efecto, ni provocaciones vacuas ni superfluas. Y lo hace y a día de hoy fascina.

Curtis Mayfield nació en Chicago. Cuentan las crónicas que trenzando un inaudible compás con las manos y los pies.  Pronto conoció a Jerry Butler, con quien fundó uno de los grupos de soul más importantes, ‘The Impressions’, en 1958. Ese mismo año conocieron el sabor cobrizo del éxito. Su tema ‘For your precious love’, encandiló al público. Más tarde, Otis Readding y The Rolling Stones la versionaron.

‘The Impressions’ sonaba con una luminosidad que se agradecía porque el panorama musical había exprimido tanto la fórmula de los grupos vocales (‘The Orioles’, ‘Billy Ward and the Dominoes’, ‘The Drifters’, ‘The Platters’...) que empezaba a oler a rancio. En 1961, Curtis llevó a la banda al top20 con  ‘Gypsy Woman’.

Apostó por un mayor protagonismo de la sección de viento y metales, un ritmo vertiginoso y saltarín, con influencia latina. Le dio a la banda un estilo que alguien etiquetó como ‘doo wop’ o pop arena. Los temas escalaban posiciones en la lista de favoritos. Entonces, la Motown consideró rentable que su plantel de músicos se escorase hacia el pop. Pero a Curtis no le convenció el viraje. Y se cambió de barco.

En 1970, navega en solitario. Y no tardó en avistar la obra maestra, el tema redondo, uno de los grandes temas de la música negra: ‘People get ready’, que ha cantado desde Aretha Franklin a Bob Dylan, pasando por George Benson, Al Green, Rod Stewart o Alicia Keys.

El éxito le cortaba el paso. Pero no perdió nunca el norte. Se retiró a experimentar, a bregar con unos caminos musicales que le depararían una estética mucho más depurada, como fue apuntando en ‘Curtis live’. Abandonó el artificio artístico y se cosió el verso aquel de Celaya que proclamaba que la poesía no podía ser sin pecado un adorno. Y se lo aplicó a los compases. Permutó elegancia ciertamente recargada y sinuosa por contundencia y agresividad.

Y justo entonces, cuando se acomodaba en su butaca preferente, entonces, cuando estaba (y está, a día de hoy, pero de otra manera) a la altura de personalidades como Stevie Wonder o Marvin Gaye, las radio fórmulas, las televisiones, los promotores, las discográficas, la crítica y el propio público –ese público voluble, más atentos al deber ser que al ser kantiano- se fue olvidando de él. Ingratitud humana.

En 1990, durante una actuación en Brooklyn, en pleno escenario, una torre de luces le cayó encima, dejando su cuerpo inmovilizado de cuello para abajo y para siempre. Tetrapléjico. A mediados de esa misma década, otros grandes vinieron desde otros estilos, para rendirle tributo. Eric Clapton, pero también Bruce Springsteen o Gladys Knight. En 1998, tuvo que amputársele la pierna derecha debido a la diabetes que padecía.

Dicen que aquel 26 de diciembre de 1999, en el Hospital Regional North Fulton en Roswell, Georgia, Curtis Mayfield murió de pena, también de soslayo, para no importunar. Una cosa es exigir los derechos de un colectivo. Otra, reivindicar tu lugar –que siempre queda feo, por eso es el tiempo el que nos acomoda para de cara a la eternidad-.

Hoy, casi nada en su estilo se entiende sin él. Ni siquiera lo más moderno, ser Raphael Saadiq, Anthony Hamilton, Maxwell, John legend&The Roots, Bilal....

De Mayfield resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y gemadas de los cantos ya amorosos ya místicos ya desesperados de este poeta ya que en ellos está contenidos un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”.

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